B.18.4.1- CERLER, EL SUEÑO DE UN NIÑO
Cerler, siempre ha sido mi estación. En esta vida, hay que intentar ser ecuánime, yo por lo menos lo intento, aunque seguro que no siempre lo consigo. El Real Zaragoza es mi equipo de fútbol, pero no digo que sea el mejor del mundo, es eso sí, el equipo que quiero de verdad.
Cerler es mi estación favorita, pero no digo que sea la mejor del mundo mundial. Cerler no es la mejor estación de los Pirineos, aún está en conjunto por debajo de Baqueira-Beret o de Grand Valira. Pero Cerler es en mi opinión la mejor estación de Aragón, la tercera mejor de España, posiblemente la de paisajes más hermosos y la única que bien ampliada, podría de forma real cuestionar la supremacía de Baqueira-Beret, para mi sin discusión la mejor estación de esquí de España. Y creo que todo esto no es poco ni mucho menos. Cerler es una estación sensacional, eso si condicionada por unos accesos tercermundistas y una innivación irregular.
Pero Cerler, siempre ha sido para mi mucho más que todo esto, ha sido, es y será mi estación, el sueño de un niño.
Como conté en mi presentación en esta web: (A- 1) desde crío mis padres me subían al Pirineo. En invierno me llevaban a Jaca y el Valle del Aragón y fundamentalmente a la tierra de Biescas y el Valle de Tena. En verano me llevaban a Sarvisé (Valle del Ara).
Mi padre, hermano y un amigo de la familia. Valle de Benasque, febrero 1983
Pero ya desde crío soñaba con un valle en el cual estaban los mayores glaciares, y las cumbres más altas de los Pirineos, Aneto, Maladetas, Posets, Perdiguero. Y un valle en el que había una estación de esquí llamada Cerler.
Siendo un mozalbete, no paraba de leer esas viejas guías de Alpina y los libros de Santiago Broto Aparicio y Cayetano Enríquez de Salamanca.
Cuando presentaban las estaciones de esquí en Zaragoza, iba a coger los folletos y planos de pistas de Cerler. Eran los sueños de un niño, y es que yo soñaba con el Valle de Benasque y con Cerler ya antes de conocerlos.
Cerler, febrero de 1983, el viento del puerto ya causaba estragos
Con 10 años, por fin pude conocer el Valle de Benasque. Definivamente surgió el flechazo, las expectativas creadas sobre el valle eran grandes, pero la realidad fue aún mejor.
Mi colegio montaba unos campamentos en el Plan de los Baños, y durante tres años fui a disfrutar de esos montañas. En esa época subí al sitios como el Aneto, Salvaguardia, Ibones de Alba, Remuñe, Lliterola, Batisielles, Cregüeña, Aigualluts etc Por fin conocía esos valles, lagos y montañas de los que tanto había leído y con los que tanto había soñado.
En la primera foto salimos los chavales del GMC (Grupo Montaña Corazonistas) descansando en un nevero entre el Ibón de Cregüeña y el pico de Aragüells y en la segunda en el Ibón de Alba.
Inolvidables nuestras travesuras, nuestras fugas al Alcatraz del Ésera, las monitoras del campamento de Madrid, las bromas con los curas, las inmersiones forzadas en la poza, el partido de fútbol contra los madrileños nada más bajar del Aneto y nuestros cánticos de guerra refugiándonos de la tormenta en el entonces derruido edificio del Hospital de Benasque, y es que ya de críos, algunos eramos combativos.
Pero el tercer año, el sueño se acabó. Un chaval del campamento de Corazonistas de Madrid se despeñó, y se acabaron los campamentos en la alta montaña. Los curas decidieron cambiar los campamentos a tierras más llanas, a Benabarre y nosotros ya nunca volvimos.
Después de darle mucho la vara a mis padres, en plena ola de frío de febrero de 1983, conseguí que me llevaran a Cerler, y así por fin pude deslizarme por sus pistas y conocerla en invierno, ya que hasta entonces sólo había estado una vez y fue en uno de los veranos de campamentos.
Mi hermano y Alfonso, un amigo de la familia en febrero de 1983 en Cerler
Cerler entonces era una pequeña estación con un parque de remontes muy reducido. Por supuesto no existían remontes en el Gallinero, en el Rincón del Cielo o en Basibé, Cogulla era un telesquí y por supuesto en el Ampriu no existían telesillas, había un telesquí de debutantes y el telesquí Gallinero.
Ampriu, telesquí Gallinero, febrero 1983
Pero Cerler ya me encantó. Y es que mucho antes de existir remontes en el Gallinero, Rincón del Cielo o Basibé, y mucho antes de que existiera Aramón, Cerler ya tenía algo especial. Y es que Cerler siempre ha sido diferente, siempre tuvo "un algo", siempre ha sido un lugar especial.
Serán sus magníficos vistas entre pinos, sus vistas sobre el Aneto y las Maladetas, el Posets, el Perdiguero, el Cotiella o el Turbón, sus pistas largas y amplias, será algo mágico, algo difícil de explicar, pero Cerler siempre ha tenido unas características que enganchan y que la hacen diferente del resto de las estaciones.
Durante la adolescencia y primera juventud, mis visitas al Valle de Benasque fueron muy esporádicas, subía con el autobús de la Oscense y el alojamiento era en tienda de campaña.
Pero con 18 años me saqué el carnet de conducir, y con 20 años tuve mi primer coche, y por fin podía subir al Valle de Benasque y a Cerler.
Mis padres tenían casa en las cercanías de Biescas, casi en la otra punta del Pirineo Aragonés. Yo en muchas ocasiones, y pese a que tenía dos estaciones a 20 minutos, cogía mi viejo Peugeot 205, cruzaba el Cotefablo y entonces destartalado Foradada y me cruzaba a Cerler. Muchos amigos me decían que estaba loco de irme tan lejos, pero esos mismos amigos un día me acompañaban a Cerler y decían "tenías razón, merece la pena, es buenísima esa estación". Y es que Cerler bien merece un largo viaje aunque en ocasiones hubiera que cruzar puertos nevados como el Cotefablo sin cadenas.
En esa década de los 90, un grupo de jóvenes zaragozanos subíamos muchos fines de semana a Cerler. En mi primera visita en 1983 había poquísima gente en Cerler, en los 90 sobretodo en su primera mitad, seguía habiendo bastante poca gente en Cerler. En la década de los 90 el esquí, ya no era un deporte elitista en España y llegaba ya a amplias capas sociales. Por ello, otras estaciones aragonesas como Candanchú, Astún o Formigal ya se saturaban los fines de semana, pero Cerler seguía siendo una estación tranquila. Como olvidar ese invierno de 1996 en el que los suroestes dejaron más de 6 metros de espesor en cotas altas de la estación. Esos viajes en el día desde Zaragoza, los huevos fritos con jamón en el Solana y al subir por el Labert y divisar el campo esquiable de Cerler decir "Dios mío, que bonito que es esto...".
Y no puedo acabar este escrito sin hablar del Cogulla. Sin duda, puede que en Cerler existan pistas mejores como puedan ser Canal Amplia o Codornices en la zona de Gallinero o por supuesto las habrá mejores en Ardonés. Pero para nuestro grupo de amigos, el Cogulla siempre será el Cogulla, la madre de todas las pistas. El primer día de la temporada que subimos, siempre el mismo ritual al subir por esa vieja silla, unos codazos y "ya estamos aquí de nuevo, el Cogullica, la madre de todas las pistas".
Cogulla, la madre de todas las pistas
En este siglo XXI, sigo subiendo con frecuencia a Cerler y el Valle de Benasque. El pasado marzo, pude adquirir una pequeña vivienda en el valle, y puffff, a veces aún no me creo que tengo una casa en la tierra prometida.
Nos hacemos mayores, y posiblemente también más señoritos, y seleccionamos mucho los días de esquí, si hay poca nieve, mal tiempo o mucha gente, no subimos a la estación. Pero si un frente de suroeste ha entrado por el Collado de Sahún y ha dejado paquetón en Cerler, allí estamos de nuevo.
Dicen que los marineros tienen una novia en cada puerto. El niño se hizo mayor y también le gusta Baqueira o Peyragudes, y sueña con Punta Suelza. Pero junto a Pineta, la más bonita de todas las gaves, el Valle de Benasque siempre será mi valle, y Cerler mi estación, esa estación con la que un niño soñaba antes de conocerla.
Sirva este artículo para mostrar mi cariño hacia el Valle de Benasque y hacia la estación de esquí de Cerler, y valga también como pequeño homenaje a todos los amigos con los que en uno u otro momento hemos pasado algunos de los mejores ratos de nuestra vida en el Valle de Benasque y en Cerler.
MARCO